viernes, 17 de junio de 2011

Viaje al mundo emocional a través de un pepino


Voy a saltarme de un salto -¡hop!- todos los chistes que giran en torno a pepinos y voy a aterrizar en el mundo emocional.

Recuerdo que una mañana me levanté -nos levantamos todos- con la noticia de que Alemania acusaba a los pepinos españoles de ser los causantes de una epidemia mortal. ¿Lo sentí yo sola o realmente fue el país entero el que se sintió injustamente vejado? Busquemos un nombre para ese arranque visceral que nos hizo temblar ante la acusación de pobres, tercermundistas y dañinos: nos sentimos ofendidos, profundamente ofendidos.

Respiré. Soy de la opinión de que tenemos que ventilar las emociones, o corremos el riesgo de que nos devoren por dentro. Mi enfado hacía que las ideas bulleran en mi cabeza, lo que suelo resolver arrojándoselas al locutor que da la noticia, ante el aburrimiento general de mi familia.

Inciso: Bueno, ¿y qué pasa si es cierto? ¿Qué, si no es una conspiración de los mercados contra los agricultores españoles, una acusación precipitada desde la perfección tecnológica absoluta?

Dos días después de iniciada la crisis de los pepinos, e inmersa en el sentimiento de agravio que la televisión y los periódicos iban alimentando en todos nosotros, dolida en los agricultores almerienses y el sector hortofrutícola entero, cuando ya empiezo a preguntarme si no estaré viendo sólo una cara del asunto, me llega un correo de una amiga. Son titulares e informaciones breves de un periódico alemán en las que se hace hincapié en que España no está teniendo una actitud responsable en esta crisis, no está investigando si “sus” pepinos están limpios, y en cambio, Alemania está siendo organizada y coherente, estudiando diversas posibilidades, entre ellas que la culpa es nuestra. Por debajo de la educada compostura informativa me parece percibir la crítica despiadada. Y un toque de atención de mi amiga, que no es española, para que me fije en nuestro modo de hacer chapucero de “Españoles, mañana”, como dicen en su tierra. Bueno, tengo lo que quería, ¿no? Otro punto de vista. Pero me molesta. Cabe replantearse si es cierto que -como nos reprochan en la noticia- no estamos haciendo los análisis adecuados en España.

Respiremos de nuevo. Ya que no de vegetales crudos, tenemos para comer ensaladilla de emociones. ¿Nos han pillado sin hacer los deberes? ¡Ah!, deprisa, hay que demostrar que no fuimos nosotros, o al menos, que tenemos bajo control todas las fases del problema. ¿Vergüenza? Sí, a ratos. Vergüenza indignada también, porque queremos reivindicar que hace años ya que somos europeos, que sabemos aplicar muy bien los controles sanitarios y de calidad. Que no estábamos haciendo la siesta, vaya. Mirad nuestros laboratorios y nuestras batan blancas, esto puede ocurrir en las mejores familias.

Cuando contesto a mi amiga -cuatro días después, para buscar la cordura que aún me quede por debajo de mis emociones- ya los alemanes han reconocido que no han encontrado la bacteria maligna en nuestros pepinos. ¡Victoria! Hay que levantar la cabeza y hacer gala a la vez de que somos víctimas y de que hemos vencido. Teníamos razón. Eso dijo la ministra de agricultura española. Mientras escribo mi correo, sin poder evitar hacer una alusión sangrante a la injusticia cometida contra “nosotros”, me viene a la cabeza que ya hay más de una docena de muertos, y varios cientos de personas infectadas. Deberíamos estar doliéndonos de eso. Tanteo mis emociones: ningún dolor. Pero mi cabeza me dice claramente que nos hemos (mi cabeza y yo) olvidado de algo tan importante como las muertes. Añado al correo hago una pequeña referencia a ello. Soy sincera: pienso -aunque no los sienta- en los muertos.

Hay personas que han perdido la vida y que han dejado a familiares y amigos consternados. Pero están lejos. Estar del otro lado de la línea que delimita el “nosotros” es como estar en otro planeta, en una realidad virtual, en un documental de otro tiempo. Aquí, nosotros, dentro de nuestra línea geográfica, viendo las mismas cadenas de televisión y suscritos a las mismas compañías de electricidad. Allá están ellos, con sus acusaciones y sus impedimentos para importar verduras.

En mi indignación me he sentido más española que humana; me ha pesado más el daño causado a la imagen de los españoles, siempre atados al tópico del atraso, que el dolor de los habitantes de una Europa perfectamente comunicada y por ello, perfectamente vulnerable al contagio.

Me gustaría empujar hasta hacer más alto y más ancho el concepto de nosotros, hasta lograr que nos incluya a todos. Y que también “ellos” lo vean así.

Y me encontré con estos versos de un poeta ruso, desconocido para mí, a quien Rosa Mª Artal dedicó una entrada hace unos días (http://rosamariaartal.com/2011/06/07/los-tiernos-punitos/)

Viajando por Sudamérica, una noche a las orillas del río Amazonas en Leticia, Colombia, vio que ardía un tremendo incendio al otro lado, en la ribera sur del río. Preguntó a sus amigos si no debían todos cruzar el Amazonas para ayudar a apagar el fuego. Le contestaron: “No importa, es del lado peruano”. A consecuencia de ello, Yevtushenko escribió un poema en castellano:

No hay lado colombiano
No hay lado peruano
Solamente hay lado humano”*

*Wikipedia: (http://es.wikipedia.org/wiki/Yevgeni_Yevtushenko)

3 comentarios:

  1. Ave Pipa.
    Me ha gustado tu entrada aunque he echado en falta algo más de pimienta de la que gastas. A lo mejor era por el tema en cuestión que a pesar de prestarse a ello no es para gastar bromas.
    Coincido contigo en lo de sentir las muertes. Creo que las personas sí quedamos afectadas ante la muerte de cualquier persona (que no seamos nosotros obviamente, pues quedariamos afectados de otra manera) aunque ésta suceda en la otra punta del mundo. Lo que pasa es que nos maltratan con tan gran cantidad de información/segundo que nuestro pobrecito "celebro" termina por tamizar todo lo que nos llega. Es un sistema de autodefensa que no funciona bien del todo porque la muerte, el dolor o el sufrimiento de alguien, aunque ajeno, no nos es del todo indiferente y nos marca a nivel emocional. Estoy seguro.
    Cambiando de tema. Que digo yo que eso del sentimiento europeo pega muy bien para los discursos y para los "países probes" o menos ricos de la Unión, como España. Me da a mí que muchos ciudadanos de países como Alemania, Francia o Inglaterra a día de hoy son europeos a media jornada. Me "paice" que mientras todo va bien somos todos coleguis europeos pero que, cuando algo va mal, europeo soy yo y a tí te encontré en la calle.

    Un saludo,
    Manuel

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  2. Me encantan tus post, tienes una forma de narrar las cosas que me encanta!

    Y sobre el tema pepino... ha sido toda una verguenza.

    Besos

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  3. Wow!! qué bien escribes, y estoy totalmente de acuerdo contigo. Pero miralo asi, en este caso, los españoles se han unido, cosa que no ocurre muy frecuentemente. Un abrazo, Gina

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